Tachar de la lista

Una amiga me dijo que ahora que se había quedado soltera tenía que retomar su lista de tíos a los que se quería follar. Así lo dijo, dando por supuesto que la mayoría guardamos en el cajón un papelito con una serie de nombres por si se presenta la ocasión, no vayamos a perder el tiempo que nunca se sabe. Algunos ya ni le gustaban, pero por respeto a su yo del pasado tenía que hacer el sacrificio. Es una mujer comprometida con su deseo y su memoria, desde luego.  

Con Fernando, el editor e ideólogo de Sustrato, tengo una lista con los temas a desarrollar en esta página tan limpita y bien cuidada. Cada vez que logro parir algo lo suficientemente decente como para traerlo aquí voy corriendo a la lista, que no está en un cajón sino en una agenda roja, y tacho el tema en cuestión, tal y como hace mi amiga. Un trámite menos, pensamos los dos. Un poco más cerca de nuestros propósitos y por tanto de la tranquilidad con uno mismo, que es la manera adulta de referirse a la felicidad.

En esa misma agenda acumulo listas de los libros por leer según el mes o la estación y que, por supuesto, pecan de una ambición y una confianza en mi capacidad lectora sonrojante. Así pasa, que reviso la página coronada con un libros primavera, mismamente, y con suerte he leído tres de los doce apuntados. Con los podcast soy más metódico. A ojo de buen cubero, calculo que entre YouTube y Spotify dedicaré mi tiempo a 16 podcast semanales  -algunos incluso diarios- y que por respeto al lector y a su tiempo no voy a enumerar aquí. A eso le tenemos que sumar la pestaña de Pendientes o Por Ver de Netflix, Filmin y allegados. Y así se me pasan los días, las semanas y la vida. Saltando de una obsesión a otra como salta mi amiga de cama en cama, por inercia y sin convicción. 

Ahora que estoy desempleado pensaba que sería buen momento para hartarme a tachar los epígrafes que estiran las innumerables listas que organizan mi vida, que son tantas que he llegado a considerar la posibilidad de hacer una lista con todas las listas que tengo, por si alguna se me olvida. Tal es el delirio. Pero ahí siguen, cada vez más largas, nunca menguan las cabronas. 

La obsesión -o adicción- a planes, a no quedarme atrás en la conversación, a estar al día en definitiva, me lleva a apuntar conciertos, festivales, bares y restaurantes en un excel infinito que hace que me pierda entre tantísima oferta de ocio y cultura. Ya no es disfrute, es obligación. Máxima productividad y eficiencia hasta del tiempo libre. Qué agotador ser moderno. 

Entre tachón y tachón la lista sigue creciendo, el tiempo ha sido más rápido que nosotros y no podemos empezar de nuevo. Por primera vez en mi vida soy consciente de la importancia de priorizar, que no es más que saber a qué renunciar. A los treinta la mayoría ya estamos leídos, comidos, escritos y hasta follados. Todo lo que venga a partir de ahora  que sea fruto de lo inesperado, de la belleza de las casualidades, nunca de la (auto) imposición. Será un alivio, bien lo sabe Karmelo C. Iribarren. Con tragos y canciones, esperando que nos tachen de la lista.

Con los días contados,

chaval, así vivimos

todos. Esperando

a que nos tachen

de la lista. Distrayendo

la espera con tragos

y canciones. No hay más.

Puedes llorar o morirte

de risa. Como prefieras.

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