Ese disco perfecto

En la primera película que hizo Werner Herzog un paracaidista herido se queda viviendo en una especie de realidad paralela que da inicio, precisamente, a resultas de quedar lastimado: son tiempos de guerra pero a él se le destina a una especie de silo en el que no sucede nada. Signos De Vida trata de cómo lidia con la espera un soldado, de qué manera una coyuntura bélica es capaz de generar una campana de realidad interna de paz y tedio absoluto aislando en compartimentos estancos dos realidades paralelas y opuestas en lo tocante a quienes incluye o excluye de un conflicto. Un personaje de Werner Herzog jamás procederá a limitarse a esperar de la manera en que lo hace, no sé, alguien con un conflicto contra la Seguridad Social iniciado a instancia propia que ha de cruzarse de brazos esos tres meses de rigor hasta que se considere que hay un silencio administrativo: el personaje herzoguiano, a falta de conflictos que surjan del entorno y las circunstancias, siempre se desenvuelve con una diligencia extrema a la hora de complicarse la vida y auto-generarse empresas quijotescas, sean estas pertenecientes al terreno de lo tangible o surgidas de una demencia crónica.

¿A santo de qué lo anterior sobre Signos De Vida? Pues a colación de cinco eurillos que Werner me ha ingresado por bizum para hacerle product placement de lo suyo. No, joer: El Material de Primogénito López es casi un disco conceptual en torno al concepto de “la espera”. No pocas veces se alude de forma explícita a ello. Además, esa melancolía que imbuye a las canciones tiene mucho que ver con algo esencial para que la propia “espera” tenga lugar, que no es otra cosa que el mero transcurso del tiempo y sus efectos colaterales sobre las sensaciones, el olvido e incluso la venganza. La capacidad de erosionar y degradar que manifiesta el tiempo sobre los sentimientos y también, irónicamente, su incapacidad en virtud de la resistencia que se le pueda oponer, una especie de “el tiempo todo lo acentúa” en respuesta al manido y natural “el tiempo todo lo cura”. Y al principio no, pero ahora, a casi una década vista de que un año nuevo de 2015 lanzasen por sorpresa el disco, este ve cómo los devotos del grupo se han convertido casi en un personaje de las canciones de Primogénito López por esa larga espera a que lancen una continuación e incertidumbre respecto a si eso terminará sucediendo algún día. O si se quiere que ocurra, que ahí surge el miedo, el ¿y si sacan un segundo disco pero es una mierda? Porque la espera no satisfecha, la espera eternamente suspendida, es un mecanismo generador (y retroalimentador) de melancolía perfecto, y Primogénito López ahí nos tienen ahora mismo a los que veneramos El Material, con el tiempo nos han habilitado una sala de espera en la que pasan los días y los años y ahí jamás sale nadie a atenderte. Cualquier resolución respecto a ese hipotético segundo disco rompería esa espera eterna en la que nos tienen sumidos, y tanto si es mejor como si al final resultase peor el desenlace terminaría siendo amargo y por razones ajenas a la calidad de esas nuevas canciones o su capacidad de emocionar. Que en el caso de las de El Material es muy pero que muy elevada: yo siempre me los he imaginado mirando un panel de control con muchos botones con el que no se mezclan las canciones, sino que cada botón que pulsan es capaz de infligir una emoción en el oyente. Y van y cogen todos los miembros de la banda y empiezan a aporrear con manos y pies el máximo de botones que son capaces de pulsar de forma simultánea.

El Material es un disco con un sonido por un lado con un pie en el indie-rock de toda la vida (Sonic Youth, Pavement, Los Planetas, etc etc) y por el otro con esas cosas inherentes al Baix Llobregat y todo lo que surge en la zona tras los Beef (David produce), esos marcianismos entrañables de la gente de Hi Jauh USB. Un disco con un pie en el todo, en lo indie en su vertiente macro, y el otro pie en lo micro, en el barrio y sus sonidos. El folklore global y el folklore local. No obstante es en lo lírico y en la manera de afrontar la parte vocal donde está la diferencia clave, exceptuando esa mezcla entre kraut y el sintetizador en modo witch house de La Vanguardia y el punto de dulzura que añade La Bien Querida con su voz en Einheit Spanischer Freiwilliger: además de no existir estribillos al uso (y mucho menos la clásica repetición de ellos en toda estructura clásica de pop-rock) en El Material se declama más que se canta. Algo que emparenta al disco en ese sentido con los Disco Inferno de D.I Go Pop (que si a Ian Crause le marcó Public Enemy a los Primogénito los 7 Notas 7 Colores, existe ese importante punto en común), los Diabologum del #3 y, por qué no, con esa Sue Tompkins de Life Without Buildings recitando ideas de libre asociación sobre guitarra, batería y bajo. Pero todo lo que se pueda escribir es en vano comparado con escuchar el primer minuto de La Tramuntana: ahí sabrás de inmediato si entras en el culto a los Primogénito López o prefieres quedarte afuera. En lo primero, en el culto, lo malo es lo que te comentaba antes de la espera, pero lo bueno es que entre los feligreses hay gente de gran talento: Marcelo Criminal les versionó Capitán Cortes en Momento De Auténtica Realidad, y qué es si no un guiño vía hipérbole ese “voy a esperarte toda la vida” de Los Lagos De Hinault a los Primogénito en Louis De Funes. El resto de feligreses del culto que no se dedican a cuestiones artísticas (Juanpe, Santi Caballito, Andrés Rublev, Dassler, Guisandro, Garibaldi, La Fase Sónica., Óscar.. poco más abarcaría el censo, la verdad) manifiestan cada año nuevo desde 2015 una tradición que ya ha devenido liturgia: poner El Material en sus reproductores o plataformas de streaming y suspirar en alto para recargar la barra de espera.

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